En un lugar de Santiago de los Caballeros, de cuyo nombre no quiero acordarme y tampoco viene al caso, vive una hidalga de apenas 22 años nacida en el 2020. Entre la monotonía y espontaneidad transcurre su existencia terrenal. Trabaja, estudia, pasa tiempo con su familia y sus amigos en el mundo real y virtual.
Es lunes, María abre los ojos a la hora acostumbrada 7:30 a.m. Su habitación está oscura, no entra ni un rayo de luz a través de la ventana. No más inicia a moverse para levantarse y da paso a la iluminación del sol a través de sus amplios ventanales de cristal, que toma el protagonismo de su alcoba de manera gradual. Su sensor está programado con sus movimientos para el ahorro de energía en la casa.
Mientras termina de convencerse de que es lunes y tiene que trabajar, una asesora de imagen en realidad virtual conectado a la red, le recomienda las vestimentas a usar según el clima y actividades laborales. Un holograma paralelo aparece una imagen de María con las opciones a elegir de acuerdo a su preferida. Una vez finaliza, una auxiliar digital le detalla el menú para desayunar balanceadamente.
Decide tomar una ducha caliente. En otros tiempos, no se hubiera puesto a cantar ni en el baño por desafinar, desentonar y desencantar. Hoy por hoy no tiene pena, ni vergüenza. María tiene un aseo inteligente que captura sus canciones interpretadas en la ducha, elimina el ruido y transforma su voz en una de las mejores voces. La instrumentalización es opcional. Mientras se viste, escucha de fondo la reproducción de su propia música.
Una vez lista, pasa a la cocina. La máquina tostadora de pan tiene wifi que sincronizada con la web del diario favorito de María muestra los titulares más sobresalientes. Ella profundiza a través de una petición de voz y mediante un holograma lee la noticia del terremoto de México y el video con las declaraciones de los afectados.
La hidalga se dirige al trabajo en transporte público. Se observa una ciudad monumental por sus rascacielos que desafían la ley de la gravedad y los movimientos sísmicos. Además, están aquellos que no se ven a simple vista. Son los que crecen en dirección hacia abajo. El edificio donde trabaja María es uno de esos. Su oficina está en el piso -10. Le suele llamar: “la planta al infierno”, pero todos los días le lleva al cielo virtual en su “ventanas”. Se recrea una simulación del mundo real que imita el sol, el azul del cielo, las nubes, la lluvia, es decir, se visualiza un paisaje. También cabe la opción de lanzarse a la aventura de escenarios. María prefiere sentirse a la orilla del mar mientras trabaja y escuchar el cantar de los pájaros, la brisa y las olas del mar.
Tras terminar el trabajo, se dirige al supermercado más cercano. Para ese momento ya había recibido un mensaje en su móvil de su cocina, con la lista de los productos que necesita, una ruta que optimiza su tiempo y el establecimiento con los precios más bajos. Una vez en el Supermercado Nacional pasa su carrito por una máquina que a través del código de barra le indica el total a pagar con dinero electrónico.
Más tarde, María decide ver a su novio y juntos ir a entretenerse y despejar la mente con sus viejos amigos que no veía desde el verano pasado, Pepe, Teresa, Alberto y Margarita. Sus encuentros se habían limitado a una dimensión paralela digital, y era momento de reencontrase cara a cara. Han quedado para ver la gran final de beisbol entre el equipo de las Águilas Cibaeñas y los Tigres de Licey. Todos pasan al salón y procuran tener sus bebidas a manos antes de iniciar el juego. Para esto cada uno usa su móvil que conectado a la red de la casa de Iván, le muestra el menú disponible.
Toman asientos, algunos en el sofá y otros en el bar. Se apagan las luces y en seguida comienza la proyección tridimensional del partido. Los jugadores están fuera de la pantalla, es como si jugaran beisbol en el salón de la casa de Iván. La emoción y la euforia crece cuando el bateador de las Águilas Cibaeñas hace un home run en el Estado Cibao popularmente denominado “el valle de la muerte“. La casa celebra, por un lado las luces encienden en color amarillo, y por el otro, en las paredes laterales se ve la algarabía de los fanáticos del estadio.
El juego termina. Los aguiluchos son declarados campeones de la Serie Invernal 2042. El anfitrión de la casa acompaña a sus invitados a la salida principal de su portal celebrando el triunfo. De repente, las sonrisas y carcajadas cambian por cara de pánico y asombro. Un joven es atropellado adrede y el responsable se da a la fuga. María alcanza a tomarle una fotografía, que detecta los datos del carro (marca, año, color, matrícula…).
Los sensores de los semáforos de la esquina dan la alarma de emergencia automáticamente y envía información audiovisual al comando correspondiente. Las autoridades policiacas y la ambulancia llegan a lugar de los hechos. Evalúan las imágenes grabadas por el semáforo, la fotografía de María y las declaraciones de los demás testigos con el fin de identificar el culpable. El dispositivo móvil digital policial recopila toda la información, que conectado con la red satelital rastrean la ubicación del responsable. Los resultados son presentados en un holograma con la dirección y las medidas de precaución para su arresto.
La noche va llegando a su fin. Paco acompaña a María a casa porque aún está un poco nerviosa. Se da un baño y en piyama se remonta a Londres entre el siglo XVIII al XIX mediante la lectura en tres dimensiones del libro Orgullo y Prejuicio. Durante 40 minutos se sumerge, en todo el sentido de la palabra, en la atmósfera que describe Jane Austen.